Quien llega por primera vez a un pueblo o ciudad, y nada sabe de sus habitantes, no tiene más que observar con minuciosa delicadeza y discreción las ropas tendidas en sus terrazas, para conocer a partir de ellas a quienes viven en las casas. De las ropas tendidas podrá deducir que sus residentes son de una edad u otra, de un oficio u otro, de una corriente estética determinada o de una tradición cultural concreta.
Si los baberitos, peleles, pijamitas y otras ropitas con sufijo en diminutivo pueblan la azotea, no cabrá duda de que hay bebés en la comunidad y de que, obviamente, hay amas y aitas con ojeras de no dormir. Si lo predominante en la terraza son ropajes punkies, hippies, heavies, góticos, pijos, hip-hoperos u otras variantes de estos grupos urbanos, no costará deducir de cada baggy-jeans rapero la tendencia ideológica y/o estética de quien lo luce.